Reich murió cuando su influencia en la cultura norteamericana estaba en su apogeo. En los años ‘50, las ideas de Freud estaban de moda, y muchos intelectuales, frustrados por el conformismo social imperante, se acercaron a las primeras posiciones psicoanalíticas de Reich. Fue a través de esos escritores como su trabajo accedió a un público más amplio. Es más: su obra parece recorrer sigilosamente toda la proto-contracultura de los ‘50. Paul Goodman, el novelista y crítico anarquista que más tarde, en la contracultura de los ‘60, se haría célebre gracias a la publicación de Growing Up Absurd (1960), se sometió a una terapia reichiana y se convirtió en un propagandista de la obra sociopolítica de Reich, a quien consagró héroe del anarcosindicalismo y campeón del retorno del hombre a su estado natural de inocencia. William Steig, cuyos dibujos siguen apareciendo en The New Yorker, fue amigo de Reich e ilustró algunas de sus obras. Incluso un crítico lúcido como Irving Howe quedó fascinado por el intento de Reich de acercar al freudismo al marxismo, y particularmente por la idea de que la necesidad del individuo de reprimir su propio deseo sexual era la clave de la atracción ejercida por el fascismo. A fines de los ‘40, el narrador Isaac Rosenfeld convenció a su amigo Saul Bellow de hacer terapia reichiana. Para Bellow fue una experiencia esquizoide, a la vez liberadora e invalidante, celebratoria y traumática, que alimentaría gran parte de su ficción en los años siguientes. Henderson el Rey de la lluvia (1959), por ejemplo, es de cabo a rabo una alegoría (y una sátira) de la terapia reichiana: Dahfu, el brujo africano, desmantela metódicamente las defensas de Henderson, un norteamericano de viaje por Africa. En el clímax del libro, Dahfu yace agonizante y Henderson está herido, golpeado, indefenso y a merced de un león africano famélico. Del mismo modo, Carpe diem (1956) se centra en un desventurado protagonista —llamado significativamente Tommy Wilhelm— que tira compulsivamente por la borda la personalidad-coraza que fue su protección y su cárcel. Él también termina quebrado y llorando, aunque más fiel a sí mismo que antes.